Me entero por las noticias que acaba de fallecer el súper califragidístico ambientalista australiano Steve Irwin, mejor conocido por los amigos como el “Cazador de Cocodrilos” ¡Hombre, pero sí es que acabo de verlo hace menos de una semana en el Discovery Channel! Definitivamente no somos nada…

Probablemente recuerden que hace algunos meses, Irwin fue duramente criticado por exponer a su hijo de apenas un mes de edad en uno de sus shows con cocodrilos. En una de las notas sobre el incidente, se hacía notar que “curiosamente” Irwin nunca había sido herido por sus amigos cocodrilos y “curiosamente” tampoco lo fue en esta ocasión, ya que una mantarraya fue la causante de su muerte.

El problema con algunos ambientalistas y eco-warriors es que por alguna extraña razón, insisten en convencernos de su “amor” por la naturaleza con extravagantes muestras de falta de criterio; probablemente creen que humanizando a los animales vamos a terminar por encariñarnos con ellos e invitarlos a que trabajen en nuestras oficinas para vivir todos en armonía. Por supuesto que lo único que logran es que los humanos nos demos cuenta que por más que deseemos que la naturaleza se comporte bajo las leyes de Walt Disney, nunca lograremos llevarnos bien con ella. El caso de Steve Irwin es triste, pero hasta cierto punto predecible; no puedes vivir exponiéndote a cocodrilos toda la vida sin que alguna vez te ataque una mantarraya.

La historia moderna está llena de gente con buenas intenciones pero imprudentes al enfrentarse a la naturaleza; personas que la aman en exceso pero no la respetan y que olvidan que a final de cuentas, un animal salvaje no necesita “amigos” sino comida y supervivencia…
Continua con la tortura…

Desde Maná, el pseudo grupo de rock Pop, orgullo de México en todo el mundo (menos en México, por supuesto) quienes están pensando seriamente en hacer una segunda parte de su bodrio musical “El puerto de San Blas” inspirados en la historia de los 3 pescadores que pasaron nueve meses a la deriva, hasta el cardenal Norberto Rivera que asegura que los verdaderos náufragos son aquellos que no escuchan la palabra de Dios y de paso no pagan el diezmo. ¡Todo mundo habla de los náufragos!

Como dijera nuestro “eslabón perdido”, el legislador panista Enrique Barrios –que hasta el día de hoy es la prueba viviente más fehaciente de que el hombre desciende del mono- cuando le preguntaron acerca de los bonos que se auto recetaron los diputados de Nuevo León: ¡Ya chole!.Todo mundo tiene algo que decir de “los náufragos”, que pasaron 9 meses en alta mar, en donde según dicen “la vida es más sabrosa”, yo pasó, a mi el pescado crudo (o la pescada, dijera Fox) nomás en sushi o en ceviche…con una corona bien fría…y sí quieren.

Continua con la tortura…

En la colonia en donde crecí, había una señora un poco loca, fui testigo de cómo poco a poco fue avanzando su nivel de “locura”, al principio, cuando me topaba con esta mujer de frente me preguntaba ¿no tienes una moneda que me prestes?, esta conducta se limitaba única y exclusivamente cuando nos topábamos de frente sobre la misma acera, por lo que al poco tiempo empecé a cambiarme de acera cuando a lo lejos veía que se acercaba esta mujer. En este nivel, solo se limitaba a detener a los peatones, niños.

Después no era limitante el que nos topáramos frente a frente sobre la misma acera, ya que si veía que iba por la acera de enfrente se cruzaba y me abordaba directamente para preguntarme: ¿tienes una moneda que me prestes?, como a esa edad yo no tenia mucho sentido de la sutileza, cuando la veía venir a lo lejos, mejor me daba media vuelta y me iba caminando, apresurando el paso. En este nivel, abordaba a peatones, niños y adultos.

Después, fue mas allá, ya que en una ocasión cuando regresaba de la escuela en el carro de mi padre, por la calle, iba caminando esta mujer, al momento de que vio el carro, se atravesó completamente hasta llegar a en medio de la calle y empezó a hacerle señales a mi padre de que detuviera la marcha del auto, una vez que nos detuvimos se acercò a la ventanilla y le preguntó: ¿tienes una moneda que me prestes?, por supuesto que mi viejo le cerró la ventanilla en las narices y aceleró para seguir con su camino. En este nivel me imagino que le pedía dinero a quien se dejara, peatón o automovilista, adulto o niño, hombre o mujer.

Continua con la tortura…