-¿Qué haces tío?
– ¿Ya te despertaste?
– Es que la música esta muy fuerte
– Ah Ok, bueno…ven a ayudarme
– (risa) si, ¿Qué vamos a hacer?
– Vamos a arreglar el nacimiento de tu abuela, antes de que regresen con la rosca, vamos a darles una sorpresa.
– (Risas)
– tráeme esos monos que tengo ahí por favor
– ¿estos?
– si, esos
– pero, algunos no tienen cabeza
– así es, ayúdame a quitarles la cabeza a todos los que aun la tienen
– ¿con la tijeras?
– No, mejor agarra esa navaja que tengo aquí y lo calientas en la llama de la estufa, cuando este al rojo vivo les cortas la cabeza, nomás ten mucho cuidado…es una Swiss Army
– ¿al rojo vivo?
– si, cuando se ponga roja por el calor
– (risas) esta bien
– yo mientras hago espacio aquí en el nacimiento
10 minutos más tarde…
La Navidad llegó y llegó para quedarse! Esta época provoca en mi lo que comúnmente llamámos “Síndrome de Juliancito Bravo”. Hagan de cuenta que me pusieron enfrente 100 trajes blancos de Primera Comunión (por favor díganme que sí vieron esa película) Entre tanta algarabía, gorgoritos de luces de colores y Santa Closes “creepy” de tamaño real, no acierto en dónde poner los ojos. Mi cara, que a parte de ser hermosa (Ja!), y que regularmente indica ignominia y tiene gesto como de Ernesto Alonso en “El Maleficio”, se transfigura en toda sonrisa y un dejo de bondad (imagínense un remedo estúpido de Teletubbie). Con esa pena estoy.