¿Quieres un mundo más feliz?

El mundo seria un lugar más feliz si todos…se estuvieran zurrando, así de fácil es todo esto. Les explico, el otro día venia conduciendo de regreso a mi casa después de un día pesado (no contentos con que vaya todos los días a la oficina, hay ocasiones en que me piden que trabaje, en fin), tenia que llegar a tiempo la cita con el podólogo, iba fastidiado y de malas, en eso se me atraviesa un taxi en el carril que yo circulaba con la gracia y precaución que solo los trabajadores del volante pueden hacer, obviamente tuve que frenar a fondo para no golpear mi auto con el de él, inmediatamente después procedí al protocolo establecido para la ocasión: mentar la madre, manotear cómo el barbaján que soy y cuando vi que el otro también manoteaba pues procedí –según lo dicta la tradición regiomontana- a bajar la ventanilla y a gritarle: ¿¿¿¡¡¡Pos que tienes animal!!!???, en eso el taxista me responde: “Es que me ando cagando, por eso ando apurado”.

La verdad no pude hacer otra cosa más que sonreír e indicarle con la mano que no había problema, que me disculpara y que le apurara en su carera contra el reloj, después no hice más que reírme cómo quince minutos, es más hasta me tuve que orillar por que me dolían los pómulos del ataque súbito de risa que me dio y no podía conducir correctamente, una vez que la euforia se me paso caí en cuenta que ya había perdido valiosos minutos y se me hacia tarde para mi cita, total que tuve que acelerar un poco en mi camino hacia la mendiga cita.

Casi cuando iba a llegar (me faltaba media calle), me pasé una luz amarilla tal cómo lo dicta el estricto código de honor de los automovilistas regiomontanos, pero para mi desgracia estaba un agente de tránsito en ese crucero (los agentes de tránsito en Monterrey están imposibilitados para ayudar a los conductores, más no así para castigarlos) y justo cuando iba pasando a toda velocidad me hizo una seña para que me orillara (a la orilla), total que con la preocupación de perder la cita y con el temor de que me multaran, no me quedo otro remedio que dirigirme hacia al oficial y en un momento de lucidez arrebatadora, antes de que este pronunciara siquiera una palabra y le dije: “discúlpeme señor oficial, voy a ese consultorio de ahí (señalando con el dedo), pero la verdad es que me vengo cagando, por eso me pase el amarillo”.

El oficial se quedo mirándome y poco a poco, su cara de perro se empezó a torcer por un lado de su boca, hasta que no pudo más y soltó una franca y sincera carcajada, se aflojo el nudo de la corbata horrenda que usan y me dijo: “Mire joven, nomás por que me hizo reír con esa ocurrencia suya no le voy a poner la multa, pero váyase rápido y con mucho cuidado, no le vaya a pasar alguna tragedia”.

Cuando entré a la sala de espera del consultorio me dijo la recepcionista que las citas se había atrasado un poco, razón por la cual no había perdido mi turno, es más había una persona delante de mi, procedí a sentarme y a hojear la infaltable colección de revistas de “Selecciones, The Reader´s Digest” de hace tres años que nunca debe faltar en todo consultorio decente que se precie de serlo, en eso noté que la persona que iba a pasar antes que yo estaba murmurando en tono molesto, este tipo se dio cuenta de que me le queda viendo, voltea y me señala una puerta, volteo (hacia la puerta que me indicaba) y se escucha el sonido que hace la taza cuando uno “le baja” después de hacer lo que se va a hacer, sale el podólogo y me saluda: “Hola Pinball, ya en un momento más te paso, es que me atrase un poco pero en un momento más pasan los que faltan”, después de decir eso se metió a su consultorio y cerró la puerta.

El hombre que estaba antes que yo, me dice molesto: “Cada cinco minutos esta entrando y saliendo al baño, por eso es que se han atrasado con las citas”, en eso pensé en hacer un experimento social al estilo de Patch Adams y le dije: “pues, debe estar enfermo del estomago, ¡No me digas que tu nunca has tenido diarrea!, ¡es horrible estar con urgencia de ir al baño cada cinco minutos!”, el hombre se quedo pensando en silencio y ya no dijo nada.

A los pocos minutos, de nueva cuenta sale el doctor en dirección hacia el baño y nos hace cara de “ni modo”, en eso siento que la mirada del otro paciente que esperaba estaba sobre mi, volteo y veo que esta sonriendo, me da la mano y me dice: “gracias, por hacer que regrese el buen animo, lo que pasa es que tuve un día pesado” (Su jefe, al igual que el mío, no conforme con tenerlo todos los días en la oficina lo debe haber obligado a trabajar)

Después de estos -¿cómo llamarlos?- ¿accidentes simpáticos?, ¿cadena de favores?, no sé, después de estos hechos, venia reflexionando que sí todo el mundo se anduviera zurrando, el mundo seria un lugar más feliz, las cajeras de los bancos atenderían más rápido a quienes hacemos fila con tal de terminar el trabajo e irse al baño, los pilotos de las aerolíneas comerciales despegarían y aterrizarían siempre a tiempo, por la urgencia de llegar al baño, es más, hasta los políticos se pondrían a resolver solo cosas importantes en vez de andar buscando temas irrelevantes para justificar su trabajo –“ándale, ya deja eso de complots o cuentos chinos que me ando cagando y pásame por favor la iniciativa para aprobar cómo inconstitucional el pago de la tenencia, pero rápido”. ¡Con mambo!

(Favor de poner la canción “Un mundo ideal” del soundtrack de la película de Aladino, de Walt Disney)

Quizás suene muy cursi o empalagoso de mi parte, pero creo sinceramente que el mundo seria un lugar mejor si todos se estuvieran zurrando. Eso es todo por hoy amiguitos, pórtense bien, hagan deporte y recuerden comer alimentos altos en fibra. Sí es que les alcanza.