Algunos días son mejores que otros

Todos los viernes inician cómo siempre, desde el jueves por la tarde o por la noche, con la angustia de saber que se me viene el viernes encima cómo lo que es, el día más detestable de la semana,  el día en que todas las personas parecen estar felices, menos yo, ¿la razón?, ninguna en particular, salvo que todos y cada uno de mis viernes son particularmente odiosos, no le hace que sea el inicio del fin de semana, que sea el ultimo día laboral o que ya se haya terminado la semana, todo es lo mismo. Siempre son días horrendos.

Todos los viernes invariablemente se me olvida que he preparado café y lo dejo en la cocina, se me hace tarde en el tráfico de la ciudad, se terminan los lugares del estacionamiento, se descompone el elevador, no funciona el aire acondicionado de la oficina, se inhibe la computadora, se cae la red durante todo el día y regresa justo cinco minutos antes de la hora en que se supone que debo de estar yéndome a casa, cómo una broma macabra que me obliga a quedarme tarde en la oficina a terminar los pendientes que no pude hacer en todo el día, cómo si no hubiera tenido suficiente.

Supongo que alguien envío un memorando a la ciudad entera (excepto a mi) que dice textualmente: “Todos los viernes lleguen a la oficina con la sonrisa mas estúpida que encuentren y digan en voz alta: ¡por fin es viernes!”,  ¡ay si cuanta alegría!

Los viernes me atiborran de trabajo, papeles, más trabajo, más papeles, otro montón de trabajo, otro montón de papeles, un costal más de trabajo, otro costal más de papeles y casi al final de día, me dicen que siempre no, que todo lo anterior que me pidieron no se necesitaba…por el momento, que mejor me olvide de todo lo que he hecho durante el día, y que ahora si me dedique a terminar mis pendientes, los de verdad. Voy al baño, a limpiarme la espuma verde que me sale por las comisuras de la boca y voy de regreso a mi oficina a escuchar por accidente los maravillosos planes de la gente ordinaria, en resumen: pasársela bien. ¡Que vulgaridad!

Pero bueno, no todo son quejas, ya que se acerca el final de Fórum de las Culturas, por lo que todos los regiomontanos podemos ir pensando en deshacernos de la toga, el birrete y el libro con pastas desgastadas que hemos usado diaria y puntualmente durante estos últimos meses, dichos accesorios conforman por sí mismos el único atuendo aceptable para todo regiomontano que se precie de serlo.

Se les invita a todos los habitantes de Culturolandia (el nuevo nombre de Monterrey) que vayan a despedirse de todos los eventos culturales que nos han alimentado el alma y la razón durante este -ahora agonizante- fórum de las culturas, sobre todo del más querido por todos nosotros, me refiero por supuesto a Luca, la marioneta más grande (y más estática) del mundo.

Ya que mañana, en el marco de la clausura de tan magno evento, nos espera el mayor espectáculo de fuegos artificiales que se haya visto en toda América Latina, ya que según Nati un evento de gran envergadura (¿en que?) merece un cierre espectacular, yo personalmente considero que dicho espectáculo es muy adecuado para la ocasión y esta cargado de un fuerte simbolismo, ¿Qué mejor manera de celebrar que por fin se termina de endeudar al estado que quemando el dinero?

Cierra Guadalupe Loaeza en su columna de ayer que dedicó al Forum de las culturas: ‘Qué orgullosos deben sentirse nuestros admirados compatriotas de Monterrey! Estoy segura que después de este Fórum, ya no serán los mismos’, en efecto ahora estamos más endeudados que nunca.