Mascotas Memorables

Este es un pequeño homenaje a nuestras mascotas. Quien no ha tenido una en su niñez? Aunque sea un cotorrito naranjero o de perdido una patética lombriz de tierra? Si bien los animalitos domésticos pueden ser encantadores, también se pueden convertir en un verdadero problema (si han leído «Cujo», saben muy bien a qué me refiero); en mártires o en el mejor de los casos, en héroes. Yo he tenido varias mascotas memorables, la verdad es que siempre he estado poseída por el espíritu de San Francisco de Asís o en el peor de los casos, por el de Ace Ventura. Si yo no fundé el “Green Peace”, fue por una equivocación del destino…no mía. Aunque para ser sincera, un buen corte de carne y una copa de Merlot….no los cambio por nada.

Las primeras mascotas de las que tengo memoria, no tienen nombre. Lo que sí recuerdo, es que eran: un conejo, una tortuga y 6 pollitos de kermesse pintados de colores horrendos, uno de los cuales, terminó despanzurrado por mi madre mientras tendía la ropa en el patio.

Otra mascota, la más memorable, diría yo. Fue un perro negro resultado de la cruza de una perra policía y un coyote. Para este fin, lo llamaremos “Blacky”, (para salvaguardar su identidad). Este animal, tenía un gusto excesivo por las paletas “Tootsie Pop” y por los chicles. Era muy ladino y de muy mal carácter…por eso lo amábamos. Tenía dos ojos amarillos que en la noche parecían faros de halógeno y tenía la mala costumbre de aullar cuando había luna llena….y aunque no hubiera, también. Llegó a viejo con el hocico encanecido y con 15 años de edad. En una ocasión, durante uno de sus paseos matinales, llegó más allá de la avenida. Tan lejos fue a dar que tuvimos que ir a buscarlo. Al verlo tan campante intentando cruzar la calle, mi madre le gritó pasmada: -¡Blacky!…ven acá!!- a ustedes les hizo caso?…porque a nosotros, no…se hizo como que la Virgen le hablaba. Al no ver correspondencia de su parte, recordamos que el perro era tan viejo, que estaba más sordo que una tapia. Entonces comenzamos a agitar los brazos para que nos viera, y dejamos de hacerlo cuando recordamos que también estaba medio ciego .
Tuvimos que atravesar la avenida, cargar con el perro a cuestas y regresar a casa como pípilas..todo esto, para salvarlo de un atropello inminente.
También vivía convencido de que cualquier persona que se nos acercara, traía la negra intención de matarnos, robarnos o hacernos algún mal indecible. Así que se ponía a ladrar como poseído y a lanzar dentelladas cual alien. Pasé muchas vergüenzas. Entre otros animales, tuve dos tortugas “Remedios y Cataure” que acudían al sonido de mi voz para morderme los pies y movían sus cabezas al escuchar las primeras notas de “La Macarena”….muy vergonzoso.
Tuve varios gatos…El “Morris” que le tenía un terror irracional a los niños. El “Jagger” que me caía muy bien porque sentía un total desprecio por la opinión pública y lo miraba a uno como perdonando nuestra patética vida.
En la actualidad, tengo una pareja de Shnawzers bautizados con los nombres de “Rocky Racoon” y “Pampa Hash”, ambos con la mala costumbre de comer todos los días. En una ocasión, estando yo dormida, sentí una presencia junto a mi cama, al abrir los ojos, vi al Rocky parado en dos patas, noté con horror que estaba abriendo y cerrando la boca como si quisiera hablar. Huelga decir, que el susto fue tal, que de un salto me paré de la cama creyendo que el animal estaba intentando comunicarse conmigo. Luego descubrí que era solamente un tic nervioso y no una posesión demoníaca.

Otra mascota memorable, fue el boxer que tuvimos cuando mis hermanos y yo eramos niños, se llamaba “Campeón” (qué nombre tan original!). Era un héroe. Salvó a mi hermana que en ese entonces tenía dos años, de ser atropellada por un automóvil. Vimos cómo el perro, al escuchar el motor del auto, orilló a mi hermana hacia la banqueta, pero no contento con eso, la fue orillando más y más hasta que la pobre infanta cayó a todo lo ancho, sobre un rosal espinoso. Quedó como Santo Cristo.

Yo en lo personal, le tengo mucho afecto a los animales, pero todo, tiene sus límites. No duermo con ellos, ni los traigo paseando en el carro con la cabeza por fuera de la ventana, ni me gusta ponerles ropa (siento terror de ver un animal vestido). Si bien es cierto que los animalitos requieren de atención, hay gente que cree que son de pilas y no les da de comer más que cada tercer día y los baña cada año bisiesto Conozco (por desgracia), dos sujetos que tenían una tortuga llamada “Centellita”…la inocente tortuga, se las vio negras con este par de infectos morones que la ninguneaban y la trataban como si ella misma, no fuera el resumen de la evolución. Este par, tenía la lavandería en el patio, donde habitaba “Centellita”, un buen día, uno de ellos levantó la ropa del suelo, la metió a la lavadora y se fue. A los 30 minutos escuchó un golpeteo dentro de la lavadora…tomp, tomp, tomp, paró la lavadora, sacó la ropa para ver que era lo que se escuchaba y notó con horror que Centellita estaba rechinando de limpia y oliendo a Suavitel. En otra ocasión, los dueños de la tortuga, decidieron hacer limpia en el jardín. Pusieron la hierba seca en un rincón del patio y le prendieron fuego… minutos después, ante su sorpresa, emergió de entre las llamas, la humeante Centellita con las orillas del caparazón achicharrado y el alma en rastras, corrieron hacia la pobre la levantaron y acto seguido la soltaron porque estaba muy caliente, esperaron a que se enfriara y le vendaron las patas y la cabeza. Después de éstas dos pruebas superadas….vino el final. A dumb and dumber, se les ocurrió pavimentar el patio en la época cercana al invierno…para esto, Centellita ya estaba hibernando felizmente, escapando de la realidad en el subsuelo, lejos del par de imbéciles que le habían tocado por dueños. Pavimentaron olvidándose que la tortuga estaba bajo tierra, durmiendo apaciblemente. Centellita se quedó trabajando de minera, permanentemente. ….six feet under. Esperando que el Mago Comodón le haga compañía a Centellita en el más allá…quedo de ustedes. Y tú….. sabes dónde está tu mascota??