¡Pura sabrosura y puro vacilón!

A la víbora, víbora, de la mar, de la mar, por aquí pueden pasar….pero a la salida, si me hacen favor!! Las bodas mexicanas, como fenómeno social, causan en mi, sentimientos encontrados….astenia, fascinación, asombro, alegrias momentáneas, etc. No podemos abarcar en sí la totalidad de una “boda”, pero si podemos concentrarnos en algunos momentos de la misma. Veamos…

La fiesta. Está poblada en su mayoría, por gente que los novios jamás en su vida han visto, que regularmente son tíos terceros que viven extraviados en alguna dimensión paralela. Los padrinos y los amigos-de-los-compadres-de-los-papás, son aún peores…. es gente que no conocemos y que jamás querríamos conocer en la vida real. Casi todos, aseguran haber cargado a los novios “cuando estaban así de chiquititos…” y lo mas seguro es que ese haya sido el único acercamiento con ellos….bendita sea la hora!!

El Ramo. Y que aviente el ramo, y que aviente el ramoooo!!!!…Esta parte de la fiesta es realmente humillante. El animador del grupo musical, invita a todas las “guapas mujeres solteras” (ninguna de las solteras ahí reunidas está así por gusto) a que pasen e intenten atrapar el dichoso ramo de flores de plástico, ya que la triunfadora será la siguiente en casarse (cosa que casi nunca sucede). Y en vez de que todas se paren y griten al unísono: ¡you sexist pig! Todas se paran corriendo y forman una barrera tras la novia que está trepada en una silla y a punto de lanzar el ramo. Después de varios lanzamientos de a mentiras, que a nadie le hacen gracia, viene el lanzamiento real……aquello se vuelve un verdadero zafarrancho. Todas brincan desaforadas como si en ello se les fuera la vida. Se arañan unas a otras, se jalan el chongo, el collar de bisutería (cariisimoo!!), se corren las medias y se propinan codazos y golpes bajos. En resumen acaban como Santo Cristo. Y el novio de la que agarró el ramo, se queda aguantando los comentarios de sus compañeros de mesa….”ya te toca compadre”…”eso ya me suena a presión”..etc, etc…muy incómodo.

La Vibora de la Mar. A la víbora, víbora, de la mar, de la mar, …..a mi en lo personal, esta parte de la fiesta me da mucha risa y al mismo tiempo provoca en mi lo que todos conocemos como “pena ajena”. En realidad es muy divertida….nomás que no es interesante. Ambos novios se trepan en una silla y se toman de las manos formando un arco, bajo el cual pasa corriendo la víbora de la mar, la cual se compone de los invitados más beodos hasta ese momento. Comienzan corriendo despacito, pero una vez que le agarran gusto, nadie los puede parar….ni siquiera la abuelita del novio que en una vuelta abierta salió disparada y rodó sobre una de las mesas llevándose a su paso el paté y las galletitas. Y así van cayendo los más débiles: la tía Maruja que se mareó con el “vampirito” que se tomó, el tío que se bebió como agua la botella de Johnny Walker (o el Don Bucho en su defecto), etc…….muy entretenido, jeje.

El Baile. El baile merece toda nuestra atención. Tenemos diferentes estereotipos: Los papás de los novios que bailan con las manitas arriba al ritmo del “Negro José” o del “Venao” (como si no hubieran empeñado el ranchito en Agualeguas para pagar la boda) Los amigos y las amigas de los novios que se trepan al escenario donde toca el grupo en vivo a cantar canciones horribles de Paulina Rubio y se ponen pelucas de colores como si eso fuera lo único que los hace ver ridículos. Abrazados todos y tambaleantes, ahuyan como perros perdidos en milpa. Y qué me dicen del tío-ganadero-borracho que por equivocación se pone a bailar con el novio en vez de la novia, que trae su trajecito campirano, todo él de piel de avestruz, con una cabecita de víbora en cada hombrera, botas de anaconda color amarillas, cinto piteado, sombrero 10,000 equis y la fusca por un lado (entiendase como “fusca”, pistola, no se me vaya a mal interpretar)….muy vergonzoso. Huelga decir, que todo esto sucede hasta en las mejores familias y aunque todos vayamos de etiqueta y la cena sea de 5 tiempos, nadie estamos exentos de hacer el ridículo.

Asi podría seguir enumerando un sin fin de situaciones embarazosas sin las cuales, casarse no tendría sentido. He asistido a muchos eventos de esta índole y en definitiva no me arrepiento de ello, la culpa es de los que me siguen invitando. Entre los más memorables, recuerdo uno en el que Pinball Wizard y yo, bailamos al ritmo de un mambo de Pérez Prado….pura sabrosura y puro vacilón! Y en donde el novio, se dejó arrastrar por la euforia y después de un “solo” de guitarra eléctrica, ante la mirada atónita de los ahí presentes, estrelló la guitarra contra el suelo olvidándose que era propiedad del grupo animador. Muuuy divertido!!!